“El trauma no está en el suceso en sí; más bien,

el trauma reside en el sistema nervioso”

Peter Levine

 

 La base de un suceso traumático puntual (excluyendo la negligencia o el abuso continuado) es en mayor medida fisiológica, más que psicológica. Esto es debido a que cuando nos enfrentamos a una amenaza, normalmente no hay tiempo para pensar y por lo tanto recurrimos a nuestras respuestas instintivas para poder sobrevivir. Estas respuestas instintivas provienen de nuestro cerebro reptiliano, el cual contiene las estructuras más antiguas a nivel evolutivo. 

 Estamos biológicamente programados para paralizarnos cuando no podemos (o percibimos que no podemos) luchar o huir. Las situaciones en las que hemos tenido que recurrir a la parálisis son las que por defecto darán lugar a un trauma, puesto que nuestro sistema nervioso habrá entendido que estamos indefensos y que no tenemos recursos de afrontamiento. Los bebés y los niños, debido a su capacidad limitada, son propensos a paralizarse y por lo tanto a traumatizarse, por ello la ayuda del adulto disponible y que le de seguridad es primordial para que puedan sanar y no tener secuelas de esas experiencias traumáticas.

 La afectación del suceso traumático o abrumador va a depender de que se libere o no el flujo de energía generado por nuestro sistema nervioso autónoma para la lucha y la huida, en la parálisis esta energía es colapsada y por lo tanto será necesario ayudar al niño a que pueda liberarla ya sea durante el suceso o después de este. Cuando el cerebro pone en movimiento el impulso sensorimotriz (del cuerpo) de lucha o huida pero el individuo no se puede mover porque hacerlo sería peligroso (como en casos de abuso sexual, maltrato físico, cirugías, traumatismos…) probablemente desarrollará síntomas como ansiedad, irritabilidad, insensibilidad… En otras palabras, la persona sentirá una necesidad inconsciente de intentar completar esos impulsos de supervivencia que tuvo que reprimir para paralizarse para intentar volver a un estado de relajación.

 Los síntomas comunes en los niños son: llanto continuo, irritación, incapacidad para calmarse, cambio en los hábitos del juego, pérdida de interés por sus juguetes o alimentos preferidos, pérdida de equilibrio o de habilidades recientemente adquiridas (ir al baño solo, lenguaje, caminar…).

 El adulto disponible que sea capaz de proporcionarle al niño seguridad, deberá acompañarle durante estas reacciones y sensaciones, ayudándole a dar un sentido a lo que está sintiendo y que pueda expresarlo, es así como el niño podrá restaurar la calma y dejar atrás el suceso traumático. En el caso de que el adulto no sepa acompañar este proceso debidamente será recomendable acudir a un profesional para que la sintomatología no se agrave y no haya consecuencias en la edad adulta.

 Las causas comunes de trauma en la infancia son:

  • Accidentes y caídas: caídas, lesiones deportivas, accidentes de coche y experiencias cercanas al ahogo o asfixia.
  • Procedimientos médicos o quirúrgicos: puntos, agujas, exámenes exploratorios, procedimientos dentales, enfermedades de riesgo, fiebres altas, inmovilización prolongada (yesos, tablillas…), envenenamiento, pérdida de bienestar fetal y complicaciones en el parto.
  • Actos o ataques violentos: acoso psicológico (dentro o fuera de la familia), ataques de animales, violencia familiar, observar violencia directa o indirectamente (incluyendo contenido televisivo o juegos), abuso físico y sexual, negligencia, guerra, desplazamientos y defectos de integración, amenaza de ataque terrorista y secuestro.
  • Pérdidas: divorcio, muerte de un ser querido o mascota, separación, perderse (en un centro comercial o barrio desconocido) y pérdida de posesiones (hogar o otras pertenencias después de robo o desastres…).
  • Factores estresantes ambientales: exposición a temperaturas extremas, desastres naturales, ruidos fuertes repentinos para bebés y niños pequeños (discusiones, violencia, truenos, en especial si el niño se siente solo).

 * Para más información sobre el trauma y sus consecuencias en los niños y recursos para cómo ayudarles a procesarlo recomiendo el libro “El trauma visto por los niños” de Peter A. Levine y Maggie Kline.