Diversos estudios han demostrado la herencia del trauma que las experiencias traumáticas a la larga afectan nuestro metabolismo y que dichos cambios son hereditarios, incluso hasta una tercera generación si no se ha resuelto el trauma. Por ese motivo hablamos de la herencia del trauma o Trauma Transgeneracional.
Nuestro entorno afecta a nuestro cerebro, a nuestros órganos y por lo tanto también a nuestras células, incluyendo las sexuales, haciendo así posible que el trauma pueda ser transmitido a nuestra descendencia.
El momento de la gestación también es determinante en el futuro bebé, puesto que lo que viva la madre en periodo de gestación afectará su propio metabolismo y por ende al feto. Así pues, los bebés de madres que han vivido estrés o experiencias traumáticas durante el embarazo (por el abuso de sustancias, enfermedades, pérdidas…) tendrán más probabilidad de padecer trastornos mentales, tales como el TEPT (trastorno por estrés postraumático), trastorno de ansiedad, trastorno depresivo u otros. Además, hay estudios que sugieren que el estrés que vive la madre puede generar una proteína que afectaría el desarrollo del cerebro del bebé y podría generar enfermedades relacionadas con el desarrollo neurológico tales como las esquizofrenia o el autismo.
Aunque estos estudios no sean definitivos dejan clara la herencia del trauma, la influencia de cómo nos afectan ciertas experiencias, tanto a nosotros como a las generaciones futuras y la necesidad de resolver el trauma para devolver el equilibrio a nuestro metabolismo e impedir que sea heredado por nuestros progenitores.