Estamos viviendo una situación de crisis mundial y de emergencia extraordinaria debido a la pandemia producida por el COVID-19. Todos nos estamos viendo expuestos a un peligro invisible a nuestros ojos pero que sabemos que existe por las fatídicas consecuencias que está generando y que sí podemos ver a través de los medios o en primera persona. Vemos consecuencias tanto a nivel de salud con riesgo de muerte, a nivel económico, social y también emocional, sumado a que nos encontramos confinados en nuestros hogares, lo que comporta una necesidad de adaptarnos a un cambio de hábitos y rutinas.., y con el agravante de que no podemos predecir cuánto va a durar esta situación de emergencia.

Cuando un evento nos afecta a todos, al colectivo, como  esta situación de crisis por el COVID-19, genera una respuesta de gran emotividad tanto en uno mismo como en los demás. El evento crítico puede causar diversas reacciones emotivas que pueden variar de intensidad según el momento y el propio individuo y que a su vez, pueden interferir en nuestro funcionamiento diario, durante (estrés agudo) y después del evento (estrés post-traumático).

Cabe añadir, que el mismo evento afectará de manera diferente a cada persona, dependiendo de sus propios recursos emocionales, momento vital, situación económica, situación de riesgo y experiencias traumáticas vividas anteriormente, las cuales pueden resurgir al vivir el evento crítico presente activándose memorias dolorosas bloqueadas en nuestro inconsciente y sistema nervioso.

Es importante poder identificar los síntomas pisco-fisiológicos (reacciones emocionales y corporales comunes) con el fin de normalizarlas y entendernos a nosotros mismos y a los demás en este momento tan delicado. Así que expondré unos puntos a tener en cuenta.

Fases por las que pasamos des de el inicio de la situación de crisis hasta hoy y síntomas psico-fisiológicos que se pueden experimentar según cada persona:

  1. Shock: se genera una reacción fisiológica aguda frente al estrés para permitirnos mantener cierta distancia emocional al evento y así poder amortiguar el impacto que este nos pueda generar, lo que nos permite enfrentar y responder a nuestras necesidades (trabajar, atender al otro y a nosotros mismos, salir a la compra, etc.). A esta respuesta de defensa la llamamos disociación y se caracteriza por reacciones como la sensación de extrañeza, de irrealidad “esto no está pasando, parece que vivo en una película”, no sentir el propio cuerpo, confusión, desorientación espacial o temporal..
  2. Impacto emocional: podemos experimentar emociones como culpa, rabia, miedo, tristeza… y reacciones somáticas (corporales) confusión, ansiedad, dolor de cabeza, problemas gastrointestinales, tensión muscular, dificultades del sueño… debido a una dificultad para recuperar el estado de calma.
  3. Afrontamiento: empezamos a buscar respuestas y soluciones “¿por qué ha ocurrido? ¿qué puedo hacer?…” para intentar sentir un poco de control dentro de la situación y manejarla lo mejor posible.

A lo largo de la situación de crisis e incluso después de que haya finalizado, podremos tener reacciones que pueden durar días o incluso semanas, tales como:

  • pensamientos intrusivos: flashbacks (recuerdos involuntarios) e imágenes recurrentes
  • conductas evitativas: intentos de evitar pensar o sentir algo relacionado con lo que sucede o sucedió y dificultad para hablar o acercarse a todo a lo relacionado con el evento
  • humor deprimido
  • pensamientos negativos persistentes (creencias negativas sobre el mundo o uno mismo)
  • sentimiento de culpa irracional: culparse a uno mismo o a otros por lo que ha pasado y sus consecuencias (por sobrevivir, contagiar el COVID-19, por no poder hacer más…)
  • disminución de nuestro interés hacia actividades agradables o que nos suelen gustar
  • dificultades en la alimentación: comer demasiado o comer menos
  • dificultades para dormir: pesadillas, despertarse durante la noche, no quedarse dormido o dormir demasiado

 Qué podemos hacer, pauta de autocuidado:

  • Reconocer estas reacciones, emociones y dificultades anteriormente nombradas
  • Aceptarlas y normalizarlas
  • Permitírnoslas sentir, observarlas y acompañarlas uno mismo
  • Pararnos respirar, tomar conciencia de nuestra inspiración y expiración ayuda a calmar nuestro sistema nervioso
  • Respetar las reacciones emocionales y conductuales de los demás, incluso si son muy diferentes a las nuestras
  • Tomar conciencia de que formamos parte de un colectivo y dejarnos ayudar y sostener emocionalmente por los demás, no estamos solos
  • Hablar de lo que nos preocupa y lo que sucede con los demás para descargar la tensión y aflojar la emotividad
  • Darse tiempo para escucharse a uno mismo, lo que necesitamos y darnos tiempo a recuperarnos cuando tengamos un mal momento
  • Intentar mantener la actitud positiva para ayudarte a ti y a los demás
  • Intentar mantener contacto social a través del teléfonos, video llamada y redes sociales
  • Establecer una rutina cuotidiana, ayudará a mantenernos regulados, distraídos y con más sensación de control sobre nosotros
  • Hacer ejercicio físico
  • Prácticas como la meditación y el yoga pueden ser de gran ayuda
  • Aprovechar para hacer cosas que queríamos hacer y antes no teníamos tiempo, leer ese libro, escuchar música, ver aquella película, hacer esa formación online, aprender más sobre cocina…
  • Limitar la información a través de los medios de comunicación, la sobre exposición puede aumentar la preocupación y el miedo, intentar solo informarse un momento al día cómo máximo
  • Elegir fuentes de información fiables como el Ministerio de Salud
  • Pedir ayuda si la necesitamos, ya sea a personas de confianza o a profesionales de la salud
  • Buscar apoyo psicológico en caso de que no podamos manejar bien nuestras emociones y sensaciones y no logremos tener momentos de calma
  • Seguir las normas de higiene y salud aconsejadas por el Ministerio de Salud